Para mí viajar es una experiencia que conlleva un aluvión de sensaciones. Viajar con mi pareja es algo maravilloso, porque podemos compartir y contrastar esas sensaciones, pero viajar en solitario es también algo fantástico, y por eso siempre que viajamos, nos separamos a veces para hacer cosas por nuestra cuenta y sentir que eres tú y el país. Nada más. Con Oporto sentí una conexión que sólo siento muy contadas veces.
Es como si aterrizaras en un cuento que ya desde el avión puedes ver. El pueblecito marinero se nos ha hecho grande y está buscando su destino. La gente de paso, como nosotros, sonríe y compra y las luces de las fiestas de invierno lo llenan todo de misterio y de magia.
El encuentro entre el mar y la tierra es como un abrazo, como en Venecia. La infancia corretea a sus anchas por las callejuelas que suben y bajan serpenteando y tú misma te atreves a correr calle abajo, feliz, hasta llegar al puente donde la noche empieza a teñirlo todo de melancólica belleza.
El encuentro entre el mar y la tierra es como un abrazo, como en Venecia. La infancia corretea a sus anchas por las callejuelas que suben y bajan serpenteando y tú misma te atreves a correr calle abajo, feliz, hasta llegar al puente donde la noche empieza a teñirlo todo de melancólica belleza.