martes, 2 de agosto de 2016

Estados Unidos. Gran Cañon. San Francisco y algo más.




Aquí os dejo unas palabras sobre mis impresiones. 

  He visto árboles cuyas copas se perdían en el cielo y la luz del sol parecía fluir como lluvia entre sus ramas. He visto gentes y he visto cuervos sobrevolar el Pacífico luchando contra el viento entre graznidos sobrecogedores. Les he visto mirarme como quien mira a un animal ingenuo. He visto un Cóndor posarse en un árbol a observarme y meditar sobre si era un ser fácil de comer. He visto atardecer en las rocas antiguas del Gran Cañón, recortándose sus perfiles como si estuvieran hechas de fragmentos de tiempo, deshecha su materia por el paso de miles de millones de años, inmutables, estáticas a nuestros ojos efímeros. Impasibles como el sol, formando parte de la inmensidad de la materia pétrea, sin emoción, sin dolor, sin miedo. Constante en su inconstancia. Belleza sin principio ni final. He sentido mi cuerpo fundiéndose con esa materia, como si ya hubiera pasado a través de mi piel el momento en el que eres uno con el universo cambiante e infinito.